martes, 27 de abril de 2010

Conferencia


CONFERENCIA EN ECÔNE DE
MONSEÑOR MARCEL LEFEBVRE

(Martes 15 de abril de 1986)

Queridos amigos, ¡pudieron, durante las vacaciones, reflexionar sobre el sermón del domingo de Pascua!...

(En el Sermón del Domingo de Pascua del 30 de marzo de 1986, Monseñor Lefebvre había dicho: “Nos encontramos verdaderamente frente a un dilema gravísimo, que creo no se planteó jamás en la Iglesia: que quien está sentado en la Sede de Pedro participe en cultos de falsos dioses; creo que esto no sucedió jamás en toda la historia de la Iglesia. ¿Que conclusión deberemos quizás sacar dentro de algunos meses ante estos actos repetidos de comunión con falsos cultos? No lo sé. Me lo pregunto. Pero es posible que estemos en la obligación de creer que este Papa no es Papa. No quiero decirlo aún de una manera solemne y formal, pero parece, sí, a primera vista, que es imposible que un Papa sea hereje pública y formalmente”).

Entonces querría, puesto que hay distintos ecos, distintas reacciones, querría clarificar un poco, en la medida en que es posible, porque la situación de la Iglesia es una situación tan misteriosa, que no es tan fácil clarificar las cosas…

Digamos, en primer lugar, ¿por qué esta posición adoptada, por qué hablar así de los actos del Papa, y juzgar hasta cierto punto los actos del Papa, como se podría hacerlo de los cardenales, de los obispos, de la Curia Romana?

Pienso que la respuesta es simple, ¿verdad? Estamos convencidos, y debemos estar convencidos, que lo que hay en primer lugar, lo que hay de fundamental en nuestra vida cristiana y en nuestra vida, es la fe.

¿Por qué Ecône, por qué la Fraternidad, por qué la resistencia de tantos sacerdotes y fieles?… para guardar la fe, ya que es el primer mandamiento, y la primera obediencia que debemos a Dios, por la revelación que nos hizo, la revelación de su Divino Hijo y de su Encarnación y sus Misterios: Misterio de la Redención, Misterio de la Resurrección, de glorificación. Es toda una revelación, revelación que nos es comunicada por Dios. Y ante la comunicación de esta revelación por Dios, ¿cuál debe ser nuestro primer sentimiento? … obediencia: yo creo. No puedo hacer otra cosa que creer.

Entonces, esta fe no va completamente sola. Esta fe tiene necesidad, por lo tanto, de transmitirse. Y si es necesario transmitirla, son necesarios órganos para transmitirla. Y por eso Nuestro Señor constituyó su Iglesia, constituyó sus sacerdotes, constituyó su sacerdocio.

Y al mismo tiempo que la fe, Dios participó la gracia, la santificación, y en consecuencia todos los medios de santificación. Esto es la Iglesia. Y es lo que la Iglesia hizo durante veinte siglos. Se organizó, se constituyó, se estructuró, de una determinada manera, si se puede decir, para eso.

¿Qué es el Santo Oficio si no la defensa de la fe, la protección de la fe de los fieles, por todos los medios a su disposición? El Santo Oficio de la Inquisición de fe que busca todo lo que puede ser nocivo para la fe de los fieles y debe proteger a los fieles contra los ataques del error, los ataques del espíritu astuto que quiere obviamente introducir herejías y errores dentro de la Iglesia, de la Cristiandad.

¿Qué es el Dicasterio de la Propaganda? Es el dicasterio de la difusión de la fe, de propaganda fide, es eso el título de la Propaganda. De la difusión, pues, de la fe.

¿Para qué el Dicasterio de los obispos? Porque los obispos son los sucesores de los Apóstoles, los que deben difundir la fe. ¿Por qué el Dicasterio de los Sacerdotes, del Clero? Porque el Clero está encargado de difundir la fe, y en consecuencia es necesario dar al clero las directivas, protegerlo contra las dificultades que puede tener. Y es este Dicasterio el que se encarga del Catecismo porque son los sacerdotes los que están encargados de enseñar el Catecismo, y en consecuencia es el Dicasterio del Clero el que enseña el Catecismo.

Todo eso es tan natural, diría, evidente. Se organizó toda la Iglesia Romana para la fe, propagar la fe, comunicar la fe, y luego, al mismo tiempo, comunicar la gracia por supuesto: Dicasterio de los Sacramentos, Dicasterio del Culto, de la Liturgia, de la adoración de Dios, de la manera de adorar a Dios. Y todo eso en función de la fe.

Es lo que han hecho los Apóstoles. Basta con citar solamente dos o tres textos de los Apóstoles… Cuando Pedro hizo ese milagro extraordinario de ese paralítico que curó; a continuación, preguntado por los príncipes de los sacerdotes que querrían impedirlos de predicar, Pedro, lleno del Espíritu, les dijo: Jefes del pueblo y ancianos de Israel, si se nos interroga hoy sobre un beneficio concedido a un enfermo para saber cómo se curó a este hombre, sabedlo bien, todos vosotros y todo el pueblo de Israel, es por el nombre de Jesús de Nazareth, a quien crucificasteis —¡a quien crucificasteis, no tiene miedo de decirlo! — y que Dios resucitó muertos.

¡Es por Él que este hombre se presenta ante vosotros, plenamente curado! Este Jesús es la piedra rechazada por vosotros los edificadores del edificio, y que se convirtió en la piedra angular. ¡Y la salvación no está en ningún otro, ya que no hay bajo el cielo otro nombre que se haya dado a los hombres por el cual podamos ser salvos!

Entonces, ¿qué van a hacer los príncipes de los sacerdotes? Porque ven la seguridad de Pedro y de Juan, reconocieron bien que había allí un milagro ante el cual no podían hacer nada. Entonces, ¿qué van a hacer?… Llamándolos, les prohibieron absolutamente hablar y enseñar en nombre de Jesús: Haced todo lo que queráis, pero no habléis más de Jesús… Pedro y Juan respondieron: Juzgad si está bien ante Dios obedecer más a vosotros que a Dios. En cuanto a nosotros, no podemos no decir esto que vimos y oímos. Debemos seguir…

Es esto. Se pueden leer todos los Hechos de los Apóstoles, es siempre la misma cosa.

Los arrestaron nuevamente: Los trajeron, pues, y los presentaron en el Sanedrín. El Sumo Sacerdote los interrogó y les dijo: “Os prohibimos severamente enseñar en ese nombre, y sin embargo vosotros habéis llenado Jerusalén con vuestra doctrina y queréis hacer recaer sobre nosotros la sangre de ese hombre”. Pedro y los apóstoles contestaron: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús a quien vosotros disteis muerte colgándolo de un madero. A éste lo ha exaltado Dios con su diestra como Jefe y Salvador, para conceder a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Nosotros somos testigos de estas cosas, y también el Espíritu Santo que ha dado Dios a los que lo obedecen”.

Así es cómo han respondido los Apóstoles: siempre enseñando a Nuestro Señor. Y la palabra de Dios se extendía cada vez más. El número de los discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén y una multitud de sacerdotes obedecían a la fe.

Es necesario hacer bien hincapié en este término: obedecían a la fe. La fe, es una obediencia. Nosotros debemos obedecer a la fe.

Y pienso que es esto lo que ahora es crucial delante de nuestros ojos: que nos encontramos delante de Obispos, e incluso del Papa, que no obedecen ya a la fe…

Por qué ir a los Judíos… Son los mismos Judíos, básicamente, los mismos que los que negaron Nuestro Señor. Es la misma cosa, exactamente, el mismo espíritu.

Están en contra de Nuestro Señor Jesucristo. Cantaron, al partir el Papa de la Sinagoga: Esperamos al Mesías, esperamos al Mesías, esperamos al Mesías…

Si lo esperan, es que no creen en el que vino. Queda claro.

¿Entonces? Pues no es posible rogar con gente como ésta, no es posible. Hay allí una desobediencia a la fe en Nuestro Señor Jesucristo. No se predica ya a Nuestro Señor Jesucristo como se debería hacerlo, como lo hicieron los Apóstoles.

Entonces, nos encontramos ante este hecho que los teólogos llaman la communicatio in sacris. Es un hecho: communicatio in sacris.

Tomad vuestros libros de Moral. Ved la virtud de fe, y veréis que en la virtud de la fe hay siempre un pequeño capítulo sobre la protección de la fe y la defensa de algunas cosas que se refieren a la fe.

La communicatio in sacris está, en principio, prohibida. Pero se la distingue entre activa y pasiva.

Pasiva, es el que va por curiosidad a una ceremonia no católica —es siempre no católico; ponen siempre en una misma categoría a los no católicos, por lo tanto los protestantes, los musulmanes, todos los cultos posibles e inimaginables que no son católicos— entonces hay allí la participación pasiva, por lo tanto por curiosidad o por razones de ceremonias para amigos, padres, que no son católicos, pero siempre pasivos: ninguna oración, ninguna comunicación, ningún canto en el cual participan; están allí absolutamente pasivos. Entonces esto se autoriza en algunos casos.

Pero la communicatio in sacris activa está absolutamente prohibida, absolutamente prohibida.

Entonces cuando se trata de los rezos, cantos, incluso el órgano, está prohibido, absolutamente prohibido.

Aunque las palabras de las oraciones sean palabras ortodoxas y que no sean contrarias a la fe católica. Incluso siendo así, no se tiene el derecho a rezar con los que no tienen nuestra fe, que no tienen la fe católica; es, hasta cierto punto, comulgar con ellos en su fe, en una fe que no es católica.

Entonces, implícitamente, es un acto contrario a la fe católica, y en consecuencia un acto que los pone en la situación de sospechoso de herejía. Y si se es advertido, y seis meses después se sigue, se es considerado, entonces, como hereje.

¿Qué queréis? Es un hecho. El Papa rezó con ellos.

Y lo anuncian incluso todos estos últimos días —en el L'Osservatore Romano que he leído hoy: el anuncio para Asís— y bien el Papa anuncia que va a rezar con todas las religiones a Dios… ¿A qué Dios? Va a rogar a Dios…, pues, con todas las religiones por la paz, se dice…

Esto es un problema, un problema teológico, un problema que pueden consultar… El Derecho Canónico, la communicatio in sacris… En el Diccionario de Derecho Canónico, de Naz, verán lo que dice. Id a consultar todos los libros de moral, la virtud de la fe, encontraréis la communicatio in sacris. No es muy largo, es algo menos explícito que en Naz, en el Diccionario de Derecho Canónico, pero veréis allí lo que es. Veréis si no estamos ante un caso de este tipo.

Entonces me diréis: — Pero el Papa está por sobre la ley.
¡El Papa no está por sobre las leyes divinas!
Está por sobre las leyes eclesiásticas, de acuerdo. No se puede decir que porque hizo eso, él va a ser excomulgado. Esta es una ley eclesiástica, como consecuencia de esta sospecha de herejía y esta herejía… Pero, en fin eso es una ley a pesar de todo…; que está hecha por la Iglesia, es otra cosa.

Pero, en lo que se refiere a la sospecha de herejía y la herejía, es una consecuencia directa de una communicatio in sacris, por lo tanto una comunión con gente que no tiene nuestra fe.

Eso, eso cae exactamente bajo la prescripción, la prohibición que San Pablo hizo a los Corintios, diciendo: — No hay que tener contacto con los infieles. ¿Qué relación hay entre Belial y Dios? ¿Qué relación entre las tinieblas y la luz?

Eso no puede quedar más claro. Pero San Juan también dice la misma cosa. Prohíbe ir precisamente con los infieles, comulgar con los infieles, encontrarse juntos… ¡y con mayor razón en el rezo!

A continuación, se plantean otros problemas. Hay otro problema. Si de verdad se comprueba que el Papa hace communicatio in sacris y que, por lo tanto, es sospechoso de herejía, y que si sigue —y de hecho hace 3-4 actos similares, y se propone hacer otro aún mucho más grave con todas las religiones de la tierra— entonces… ¿puede un Papa ser herético? Se plantea necesariamente la cuestión.

Se responderá: eso es aún otro problema, por lo tanto no se soluciona, digamos, absolutamente…

Pero en fin, pienso que basta con ir a consultar los teólogos, con ir a consultar a todos los que estudiaron estas cuestiones, para ver…

Es muy probable que, en su conjunto, los teólogos digan que el Papa no puede ser herético públicamente, por lo tanto profesar públicamente una herejía.

Ahora bien, si hay algo que es público, está bien claro que es lo que hizo el Papa; es esto que hizo hace dos días. Hay quizá mil millones de hombres sobre la tierra que vieron al Papa entrar en la Sinagoga, ya que es difundido mundialmente por los satélites y que el mundo entero pudo verlo por la televisión.

Saben, cuando digo el mundo entero, yo no me equivoco, porque les garantizo que, id a Perú, id a Bolivia, id a Colombia, id a los barrios más pobres de las ciudades más miserables…, de la gente que sólo tiene cuatro paredes, y de chapas o de la paja… ¡allí está la televisión! Y bien sí, tienen un televisor. Es la primera cosa que se compran. Tienen la televisión… Id a Bombay, en los barrios más pobres, más desamparados, hay una antena de televisión. ¡Es increíble! ¡Esta televisión tiene una influencia increíble!

Entonces ver, todos pudieron ver al Santo Padre que entraba en la Sinagoga. Muchos católicos, por supuesto que hay otros que no son católicos, pero muchos católicos vieron eso… gente pobre, pequeños cristianos de la campaña, sin casi darse cuenta —ya que ahora no se tiene ya la fe, es allí lo grave del problema… no se tiene ya la fe católica, disminuyó por todas partes, se reduce de verdad a pocas cosas— entonces no ven la malicia de eso.

El Papa fue a visitar a los judíos, apretó la mano del gran rabino, hizo un acto de caridad, hizo una visita agradable de cortesía, etc. No ven. Es la reacción de la mayoría de la gente. ¿Por qué? Porque no tienen ya la fe en Nuestro Señor Jesucristo. No tienen la fe en la única salvación del mundo, en el único Salvador del mundo que es Nuestro Señor Jesucristo: ¡Oh! Uno se salva en todas partes, y tanto más… puesto que el Papa hace eso, por lo tanto es que todas las religiones son buenas, que se sea judío, que se sea musulmán, que se sea cualquier cosa, eso no tienen importancia… Se va siempre hacia el mismo Dios… como él dice, por otra parte, desgraciadamente, el mismo Papa.

Lo tengo en un discurso en Camerún; dice explícitamente: ¡nosotros, católicos, creemos que Jesús es el único medio para ir a Dios, pero respetamos todas las vías que conducen a Dios! … Entonces, si sólo hay un único medio para conducir a Dios, ¿cómo se pueden respetar todas las vías que conducen a Dios?… pues hay otras vías que conducen a Dios… ¡según la conciencia de cada uno!…

¡Es increíble! No es eso lo que dijeron los Apóstoles. ¡Hubiesen dejado a los judíos en su buena conciencia, pero no decirles que debían convertirse!

Entonces el problema se plantea.

Primer problema: la communicatio en sacris.
Segundo problema: la cuestión de la herejía.
Tercer problema: ¿el Papa es aún Papa cuando es hereje?

¡Yo no sé, no zanjo! Pero pueden plantearse la cuestión ustedes mismos. Pienso que todo hombre juicioso debe plantearse la cuestión. No sé. Entonces, ahora, ¿es urgente hablar de esto?…

Se puede no hablar, obviamente… Podemos hablar entre nosotros, privadamente, en nuestras oficinas, en nuestras conversaciones privadas, entre seminaristas, entre sacerdotes…

¿Es necesario hablar a los fieles? Muchos dicen: — No, no habléis a los fieles. Van a escandalizarse. Eso va a ser terrible, eso va a ir lejos…

Bien. Yo dije a los sacerdotes, en París, cuando los reuní, y luego a vosotros mismos, ya os había hablado, yo dije: pienso que, muy suavemente, es necesario, a pesar de todo, esclarecer un poco a los fieles…

No digo que sea necesario hacerlo brutalmente y lanzar eso como condimento a los fieles para asustarlos… No. Pero pienso que, a pesar de todo, es una cuestión precisamente de fe. Es necesario que los fieles no pierdan la fe. Somos encargamos de guardar la fe de los fieles, de protegerla.

Van a perder la fe… incluso nuestros tradicionalistas. Incluso nuestros tradicionalistas no tendrán ya la fe en Nuestro Señor Jesucristo. ¡Ya que esta fe se pierde! Se pierde en los sacerdotes, se pierde en los obispos.

No se cree ya en la virtud de Nuestro Señor Jesucristo. No se cree ya en su divinidad. Es el Cardenal Ratzinger mismo quien lo dijo. Dijo en su informe: - Europa no cree ya en la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, y especialmente el clero europeo no cree ya…

Y bien, ¡es grave!, es la cosa más grave que se pueda decir. No creen ya en la virtud sobrenatural de Nuestro Señor y que Nuestro Señor es de verdad el medio de salvar las almas. Entonces ya no buscan más que medios humanos. De ahí la teología de la liberación. De ahí todos los principios revolucionarios. No se busca ya la justicia por la virtud, por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, por la conversión de las almas, por la transformación de las almas, la cristianización de las almas: cada uno de los que han sido bautizados revistieron a Jesucristo. He aquí la civilización cristiana, he aquí la transformación de las almas, he aquí la verdadera revolución que debe hacerse en las almas, para la civilización cristiana. Y no la revolución por la base, con las armas si es necesario, contra los tiranos: ¡es poner el fuego en la pólvora! Es excitar el odio en la gente.

Entonces, he aquí la situación en la cual nos encontramos y es necesario volver nuevamente siempre a eso: tengamos la fe, reavivemos nuestra fe, porque es debido a la fe que se pierde que el Concilio fue lo que fue. Porque los obispos no tienen ya la fe, y los sacerdotes no tienen ya la fe. Es por eso que abandonaron el sacerdocio, es por eso que pretendieron ser sacerdotes obreros. Pretendieron hacer cualquier cosa: congresos y congresos, reuniones, asambleas, sínodos, y todo eso… supuestamente por la fe… Pero es necesaria la gracia de Dios, es la gracia de Nuestro Señor Jesucristo. Es Él quien salvará, es Él que es todopoderoso. Es Dios. Es Él que vino adrede para eso, para salvarnos. Es Él quien debe salvar, no somos nosotros, no somos más que instrumentos…

Pienso que allí está el problema.

Y se dice: Monseñor va a hacer cisma… ¿Pero quién hace cisma? … ¡No soy yo! Para hacer cisma es necesario dejar la Iglesia. Y dejar la Iglesia, es dejar la fe, en primer lugar.

¿Quién deja la fe de la Iglesia? La autoridad está al servicio de la fe. Si ella abandona la fe, es ella quien hace cisma. Entonces no somos nosotros quienes hacemos cisma.

En cuanto a la cuestión de la consagración de un obispo, ya os hablé. Yo diría ahora que la cuestión se vuelve casi secundaria, dada la gravedad del problema ante el cual nos encontramos, en fin, que tenemos delante de los ojos, lo que hace el Papa.

Es eso ahora lo que es de verdad trágico, absolutamente trágico… y que nos llena de tristeza, y que debe llenarnos también del deseo de rezar, de sacrificarnos, de suplicar a Dios para que intervenga…

Yo no soy profeta, pero me pregunto si la guerra que ha comenzado hoy —ya que la guerra ha comenzado a la 4 de esta mañana, la guerra abierta de América contra Libia— sea la chispa que quizá que va a poner el fuego en la pólvora en el mundo.

Quizá sea la respuesta de Dios al acto que hizo el Papa el domingo. No sé nada, no soy profeta, pero en la situación actual, es necesaria poca cosa para que la deflagración estalle en todo el mundo.

Rusia tiene la intención de sostener a Libia y comienza a enviar misiles contra los aviones americanos, es la Guerra Mundial. En la radio, comentaban esta mañana: Los aviones americanos fueron a destruir cuarteles a Trípoli, han reducido los cuarteles a nada esta mañana… ¿Qué va a salir de esto?

Será necesario un buen día que Dios hable. No es posible que Dios permita ser dejado de lado por los que deben defenderlo, por los que deben ser sus partidarios… ¡No es posible que eso dure indefinidamente, no es posible eso!

miércoles, 27 de enero de 2010

Declaración


DECLARACIÓN DE BUENOS AIRES

(2 de diciembre de 1986)


Roma nos hizo preguntar si teníamos la intención de declarar nuestra ruptura con el Vaticano con motivo del Congreso de Asís.

La cuestión nos parecería más bien deber ser la siguiente: “¿Creen y tienen la intención de declarar que el Congreso de Asís consuma la ruptura de las Autoridades romanas con la Iglesia Católica?”

Puesto que es eso lo que preocupa a los que siguen siendo católicos.

Es bien evidente, en efecto, que desde el Concilio Vaticano II el Papa y los episcopados se alejan siempre más claramente de sus antecesores.

Todo lo que fue puesto en obra por la Iglesia en los últimos siglos para defender la fe, y todo lo que ha sido realizado para difundirla por los misioneros, hasta el martirio inclusive, de ahora en más es considerado como una falta, de la cual la Iglesia debería acusarse y hacerse perdonar.

La actitud de los once Papas que desde 1789 hasta en 1958, en documentos oficiales, condenaron la Revolución liberal, se considera como “una falta de inteligencia del aliento cristiano que inspiró la Revolución”.

De ahí la vuelta completa de Roma desde el Concilio Vaticano II, que nos hace repetir las palabras de Nuestro Señor a los que venían a arrestarlo: “Hæc est hora vestra et potestas tenebrarum” (San Lucas, 22, 52-53: Esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas).

Adoptando la religión liberal del protestantismo y de la Revolución, los principios naturalistas de Jean Jacques Rousseau, las libertades ateas de la Constitución de los Derechos humanos, el principio de la dignidad humana no teniendo más relación con la verdad y la dignidad moral, las autoridades romanas vuelven la espalda a sus antecesores y rompen con la Iglesia Católica, y se ponen al servicio de los destructores de la Cristiandad y del Reino universal de Nuestro Señor Jesucristo.

Los actos actuales Juan Pablo II y de los episcopados nacionales ilustran año tras año este cambio radical de concepción de la fe, de la Iglesia, del sacerdocio, del mundo, de la salvación por la gracia.

El colmo de esta ruptura con el magisterio anterior de la Iglesia se realizó en Asís, después de la visita a la Sinagoga. El pecado público contra la unicidad de Dios, contra el Verbo Encarnado y Su Iglesia hace estremecer de horror: Juan Pablo II animando a las falsas religiones a rogar a sus falsos dioses: escándalo sin medida y sin precedentes.

Podríamos retomar aquí nuestra Declaración del 21 de noviembre de 1974, que permanece más actual que nunca.

En cuanto a nosotros, permaneciéndonos indefectiblemente unidos a la Iglesia católica y romana de siempre, nos vemos obligados a comprobar que esta Religión modernista y liberal de la Roma moderna y conciliar se aleja siempre aún más de nosotros, quienes profesamos la fe católica de los once Papas que condenaron esta falsa religión.

La ruptura no viene, pues, de nosotros, sino de Pablo VI y de Juan Pablo II, que rompen con sus antecesores.

Este renegar de todo el pasado de la Iglesia por estos dos Papas y por los obispos que los imitan es una impiedad inconcebible y una humillación insoportable para los que siguen siendo católicos en la fidelidad a veinte siglos de profesión de la misma fe.

Consideramos, pues, como nulo todo lo que ha sido inspirado por este espíritu de renuncia: todas las reformas posconciliares, y todos los actos de Roma que se realizan en esta impiedad.

Contamos con la gracia de Dios y el sufragio de la Virgen fiel, de todos los mártires, de todos los Papas hasta el Concilio, de todos los santos y santas fundadores y fundadoras de Órdenes contemplativas y misioneras, para que nos ayuden en la restauración de la Iglesia por la fidelidad íntegra a la Tradición.


Monseñor Marcel Lefebvre
y Monseñor Antonio de Castro Mayer


jueves, 24 de diciembre de 2009


CARTA DE PRESENTACIÓN
DEL MANIFIESTO EPISCOPAL

21 de noviembre de 1983


Muy Santo Padre:

Que Su Santidad nos permita someterle las siguientes reflexiones con una franqueza muy filial.
La situación de la Iglesia es tal, desde hace veinte años, que aparece como una ciudad ocupada.

Millares de miembros del clero y millones de fieles viven en la angustia y la perplejidad, debido a la “autodestrucción de la Iglesia”.

Los errores contenidos en los documentos del Concilio Vaticano II, las reformas post conciliares, especialmente la Reforma litúrgica, las falsas concepciones difundidas por documentos oficiales, los abusos de poder realizados por la jerarquía, los sumen en el desorden y el desasosiego.

En estas circunstancias dolorosas, muchos pierden la fe, la caridad se enfría, el concepto de la verdadera unidad de la Iglesia desaparece en el tiempo y en el espacio.

En nuestra calidad de Obispos de la Santa Iglesia Católica, sucesores de los Apóstoles, nuestros corazones se desconciertan a la vista de tantas almas, en todo el mundo, desorientadas y con todo deseosas de permanecer en la fe y la moral que han sido definidas por el Magisterio de la Iglesia y que por ella se enseñaron de una manera constante y universal.

Callarnos en estas circunstancias nos parecería convertirnos en cómplices de estas malas obras (2 Jn 11).

Esta es la razón por la que, considerando que todas las gestiones que hicimos en privado desde hace quince años siguen siendo inútiles, nos vemos obligados a intervenir públicamente ante Su Santidad, con el fin de denunciar las causas principales de esta situación dramática y suplicarle usar de su poder de Sucesor de Pedro “para confirmar a sus hermanos en la fe” (Lucas 22, 32) que nos ha sido fielmente transmitida por la Tradición apostólica.

A tal efecto nos permitimos adjuntar a esta carta un Anexo que contiene los errores principales, que son la causa de esta situación trágica y que, por otra parte, ya han sido condenados por sus antecesores.

La lista que sigue da los enunciados, pero no es exhaustiva:

I. Una concepción “latitudinarista” y ecuménica de la Iglesia, dividida en su Fe, condenada particularmente por el Syllabus, nº 18 (DS 2918).

II. Un Gobierno colegial y una orientación democrática de la Iglesia, condenada especialmente por el Concilio Vaticano I (DS 3055).

III. Una falsa concepción de los derechos naturales del hombre que aparece claramente en el documento de la Libertad Religiosa, condenada especialmente por Quanta cura (Pío IX) y Libertas praestantissimum (León XIII).

IV. Una concepción errónea del poder del Papa (DS 3115).

V. La concepción protestante del Santo Sacrificio de la Misa y de los Sacramentos, condenada por el Concilio de Trento (sess. XXII).

VI. Por fin, de manera general, la libre difusión de las herejías, caracterizada por la supresión del Santo Oficio.

Los documentos que contienen estos errores causan un malestar y un desasosiego, tanto más profundos cuanto que provienen de una fuente más elevada. Los clérigos y los fieles más conmovidos por esta situación son, por otra parte, los más unidos a la Iglesia, a la autoridad del Sucesor de Pedro, al Magisterio tradicional de la Iglesia.

Muy Santo Padre, es urgente que este malestar desaparezca, ya que el rebaño se dispersa y las ovejas abandonadas siguen a los mercenarios. Le conjuramos, por el bien de la fe católica y la salvación de las almas, reafirmar las verdades contrarias a estos errores, verdades que han sido enseñadas durante veinte siglos por la Santa Iglesia.

Es con los sentimientos de San Pablo frente a San Pedro cuando le acusaba de no seguir “la verdad del Evangelio” (Gálatas 2, 11-14) que nos dirigimos a Vos. Nuestro objetivo es solamente proteger la fe de los fieles.

San Roberto Bellarmino, expresando a este respecto un principio de moral general, afirma que se debe resistir al Pontífice cuya acción sería nociva a la salvación de las almas (De Rom. Pon. 1. 2, c. 29).

Es pues con el fin de ayudar a Su Santidad que lanzamos este grito de alarma, vuelto más vehemente aún por los errores del Nuevo Derecho Canónico, por no decir las herejías, y por las ceremonias y los discursos del quinto centenario del nacimiento de Lutero. Verdaderamente, la medida está llena.

Que Dios venga en vuestra ayuda, muy Santo Padre, rogamos sin cesar, a Vuestra intención, a la Bienaventurada Virgen María.

Dígnese aceptar nuestros sentimientos de dedicación filial.


Río de Janeiro, 21 de noviembre de 1983,
Fiesta de la Presentación de la Santísima Virgen.



Marcel Lefebvre, antiguo Arzobispo-Obispo de Tulle.
Antonio de Castro Mayer, Obispo de Campos.

martes, 8 de diciembre de 2009


MONSEÑOR LEFEBVRE
Y EL FIN DE LOS TIEMPOS


ROMA ESTÁ EN TINIEBLAS
Homilía del 29 de junio de 1987


El liberalismo se convirtió en el ídolo de nuestro tiempo moderno, un ídolo que ahora se adora en la mayoría de los países del mundo, incluso en los países católicos.

Es esta libertad del hombre frente a Dios, que desafía a Dios, que quiere hacer su propia religión, de los derechos humanos sus propios mandamientos, con sus asociaciones laicas, con sus Estados laicos, con una enseñanza laica, sin Dios, he aquí el liberalismo.

¿Cómo es posible que las autoridades romanas fomenten y profesen este liberalismo en la declaración de Vaticano II sobre la Libertad Religiosa? Porque no se trata de otra cosa, lo cual, que a mi juicio, es muy grave.

Roma está en tinieblas, en las tinieblas del error. Nos es imposible negarlo.

¿Cómo pueden soportar nuestros ojos de católicos, y con mayor razón nuestros ojos de sacerdotes ese espectáculo que se pudo ver en Asís, en la iglesia San Pedro que se dio a los budistas para celebrasen su culto pagano? ¿Es concebible verlos hacer su ceremonia pagana delante del tabernáculo de Nuestro Señor Jesucristo, vacío sin duda, pero coronado por su ídolo, por Buda, y eso en una Iglesia Católica, una iglesia de Nuestro Señor Jesucristo?

Son hechos que hablan por ellos mismos. Nos es imposible concebir un error más grave.

¿Cómo pudo realizarse esto? Dejemos la respuesta al Buen Dios. Es Él quien guía todas las cosas. Es Nuestro Señor Jesucristo el Señor de los acontecimientos.

Es Él quien conoce el futuro de esta influencia de los errores sobre Roma y sobre las más Altas Autoridades, desde el Papa y los Cardenales pasando por todos los obispos del mundo. Ya que todos los obispos del mundo siguen las falsas ideas del Concilio sobre el ecumenismo y el liberalismo.

¡Solo Dios sabe dónde eso va a terminar!

Pero, para nosotros, si queremos seguir siendo católicos y si queremos seguir la Iglesia, nosotros tenemos deberes imprescriptibles. Tenemos graves deberes, que nos obligan en primer lugar a multiplicar los sacerdotes que creen en Nuestro Señor Jesucristo, en su Realeza, en su Realeza social, según la doctrina de la Iglesia.


No es un combate humano.

Estamos en la lucha con Satanás.

Es un combate que pide todas las fuerzas sobrenaturales de las que tenemos necesidad para luchar contra el que quiere destruir la Iglesia radicalmente, que quiere la destrucción de la obra de Nuestro Señor Jesucristo.

Lo quiso desde que Nuestro Señor nació y él quiere seguir suprimiendo, destruir su Cuerpo Místico, destruir su Reino, y a todas sus instituciones, cualquiera que fueran.

Debemos ser conscientes de este combate dramático, apocalíptico en el cual vivimos y no minimizarlo.

En la medida en que lo minimizamos, nuestro ardor para el combate disminuye.

Nos volvemos más débiles y no nos atrevemos a declarar más la Verdad. No nos atrevemos a declarar más el reino social de Nuestro Señor porque eso suena mal a los oídos del mundo laico y ateo.

Decir que Nuestro Señor Jesucristo debe reinar en las sociedades parece al mundo una locura. Se nos toma para atrasados, retrasados, solidificados en la Edad Media. Todo eso pertenece al pasado. Hay que terminar con esto. Es un tiempo pasado. No es ya tiempo de que Nuestro Señor Jesucristo pueda reinar en las Sociedades.

Podríamos, quizá, padecer un poco la tendencia a tener miedo de esta opinión pública que está contra nosotros, porque nosotros, afirmamos la Realeza de Nuestro Señor.

No nos asombremos, pues, de que las manifestaciones que pudiésemos realizar en favor de la Realeza social de Nuestro Señor suscite ante nosotros un ejército dirigido por Satanás para impedir crecer nuestra influencia, destruirla incluso.

La apostasía anunciada por la Escritura llega. La llegada del Anticristo se acerca. Es de una evidente claridad. Ante esta situación totalmente excepcional, debemos tomar medidas excepcionales


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TIEMPO DE TINIEBLAS
Octubre de 1987


Hemos llegado, yo pienso, al tiempo de las tinieblas.

Debemos releer la segunda epístola de San Pablo a los tesalonicenses, que nos anuncia y nos describe, sin indicación de duración, la llegada de la apostasía y de una cierta destrucción:

“…Que nadie os engañe de ninguna manera. Primero tiene que venir la apostasía y manifestarse el Hombre impío, el Hijo de perdición, el Adversario que se eleva sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de adoración, hasta el extremo de sentarse él mismo en el Santuario de Dios y proclamar que él mismo es Dios… Porque el misterio de la iniquidad ya está actuando. Tan sólo con que sea quitado de en medio el que ahora le retiene. Entonces se manifestará el Impío, a quien el Señor destruirá con el soplo de su boca, y aniquilará con la Manifestación de su Venida” (2: 1-8).

Es necesario que un obstáculo desparezca. Los Padres de la Iglesia han pensado que el obstáculo era el imperio romano. Ahora bien, el imperio romano ha sido disuelto y el Anticristo no ha venido.

No se trata, pues, del poder temporal de Roma, sino del poder romano espiritual, el que ha sucedido al poder romano temporal.

Para Santo Tomás de Aquino se trata del poder romano espiritual, que no es otro que el poder del Papa.

Yo pienso que verdaderamente vivimos el tiempo de la preparación a la venida del Anticristo. Es la apostasía, es el desmoronamiento de Nuestro Señor Jesucristo, la nivelación de la Iglesia en igualdad con las falsas religiones.

La Iglesia no es más la Esposa de Cristo, que es el único Dios.

Por el momento, es una apostasía más material que formal, más visible en los hechos que en la proclamación. No puede decirse que el Papa es apóstata, que ha renegado oficialmente de Nuestro Señor Jesucristo; pero en la practica, se trata de una apostasía.


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LAS DOS BESTIAS - DOS CONGRESOS
Homilía del 19 de noviembre de 1989


Ahora os diré algunas palabras sobre la situación internacional. Me parece que tenemos que reflexionar y sacar una conclusión ante los acontecimientos que vivimos actualmente, que tienen bastante de apocalípticos.

Es algo sorprendente esos movimientos que no siempre comprendemos bien; esas cosas extraordinarias que suceden detrás, y ahora a través, de la cortina de acero.

No debemos olvidar, con ocasión de estos acontecimientos las previsiones que han hecho las sectas masónicas y que han sido publicadas por el Papa Pío IX. Ellas hacen alusión a un gobierno mundial y al sometimiento de Roma a los ideales masónicos; esto hace ya más de cien años.

No debemos olvidar tampoco las profecías de la Santísima Virgen. Ella nos ha advertido. Si Rusia no se convierte, si el mundo no se convierte, si no reza ni hace penitencia, el comunismo invadirá el mundo.

¿Qué quiere decir ésto? Sabemos muy bien que el objetivo de las sectas masónicas es la creación un gobierno mundial con los ideales masónicos, es decir los derechos del hombre, la igualdad, la fraternidad y la libertad, comprendidas en un sentido anticristiano, contra Nuestro Señor.

Esos ideales serían defendidos por un gobierno mundial que establecería una especie de socialismo para uso de todos los países y, a continuación, un congreso de las religiones, que las abarcaría a todas, incluida la católica, y que estaría al servicio del gobierno mundial, como los ortodoxos rusos están al servicio del gobierno de los Soviets.

Habría dos congresos: el político universal, que dirigiría el mundo; y el congreso de las religiones, que iría en socorro de este gobierno mundial, y que estaría, evidentemente, a sueldo de este gobierno.

Corremos el riesgo de ver llegar estas cosas. Debemos siempre prepararnos para ello.

miércoles, 2 de diciembre de 2009


PROFESIÓN DE FE CATÓLICA

Anexo a la Carta de Monseñor Marcel Lefebvre
al Cardenal Seper, Roma,
26 de febrero de 1978



Profesamos la fe católica íntegra y completamente, tal como ella ha sido profesada y transmitida fielmente y exactamente por la Iglesia, los Soberano Pontífice, los Concilios, en su perfecta continuidad y homogeneidad, sin excluir un solo artículo, especialmente en lo que se refiere a los privilegios del Soberano Pontífice, tal como han sido definidos en el Concilio Vaticano I.

Así mismo, rechazamos y anatematizamos todo lo que ha sido rechazado y anatematizado por la Iglesia, en particular por el Santo Concilio de Trento.

Condenamos, con todos los Papas del siglo XIX y del siglo XX, el liberalismo, el naturalismo, el racionalismo bajo todas sus formas, como los Papas los condenaron.

Rechazamos con ellos todas las consecuencias de estos errores que se llaman “las libertades modernas”, “el nuevo derecho”, como ellos las rechazaron.

Es en la medida en que los textos del Concilio Vaticano II y las Reformas posconciliares se oponen a la doctrina expuesta por estos Papas y dejan libre curso a los errores que ellos condenaron, que nos sentimos, en conciencia, obligados hacer graves reservas sobre estos textos y estas Reformas.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Declaración


PÁGINAS CÉLEBRES DE
MONSEÑOR MARCEL LEFEBVRE

No soy nada más que un obispo de la Iglesia Católica que continúa transmitiendo la doctrina. TRADIDI QUOD ET ACCEPI.

Pienso, y sin duda no tardará, que se podrán grabar sobre mi tumba estas palabras de San Pablo: TRADIDI QUOD ET ACCEPI, “Os he transmitido lo que recibí”, sencillamente.

Soy el cartero que lleva una carta. No soy yo quien ha escrito esta carta, este mensaje, esta palabra de Dios; es Él, Nuestro Señor Jesucristo.

Y lo hemos transmitido, mediante estos queridos sacerdotes aquí presentes y mediante todos aquellos que creyeron un deber el resistir a esta ola de apostasía en la Iglesia, guardando la fe de siempre y transmitiéndola a los fieles.

No somos nada más que los portadores de esta noticia, de este Evangelio que Nuestro Señor Jesucristo nos ha dado, así como los medios para santificarnos: la Santa Misa, la verdadera Santa Misa, los verdaderos sacramentos que dan realmente la vida espiritual.

Me parece oír, mis queridos hermanos, las voces de todos estos Papas, desde Gregorio XVI, Pío IX, León XIII, San Pío X, Benedicto XV, Pío XI y Pío XII, decirnos: “Por caridad, por piedad, ¿qué vais a hacer de nuestras enseñanzas, de nuestra predicación, de la fe católica? ¿Vais a abandonarla? ¿Vais a dejar que desaparezca de este mundo? Por caridad, por piedad, seguid guardando este tesoro que os hemos dado. ¡No abandonéis a los fieles, no abandonéis a la Iglesia! ¡Seguid trabajando por la Iglesia! A fin de cuentas, desde el Concilio, lo que hemos condenado es lo que las autoridades romanas adoptan y profesan. ¿Cómo es posible esto? Hemos condenado el liberalismo, el comunismo, el socialismo, el modernismo, Le Sillon. Todos estos errores que hemos condenado, resulta que ahora son profesados, adoptados, sostenidos por las autoridades de la Iglesia. ¿Es posible esto? Si no hacéis algo para continuar esta tradición de la Iglesia que os hemos dado, desaparecerá todo. La Iglesia desaparecerá. Todas las almas se perderán”.

Nos encontramos ante un caso de necesidad. Lo hemos hecho todo intentando que Roma comprenda que es necesario volver a esta actitud del venerado Pío XII y todos sus predecesores. Hemos escrito, hemos ido a Roma, hemos hablado. Monseñor de Castro Mayer y yo hemos enviado cartas varias veces a Roma. Hemos intentado mediante estas conversaciones, por todos los medios, conseguir que Roma comprenda que desde el Concilio, este aggiornamento, este cambio que se ha producido en la Iglesia no es católico ni conforme a su doctrina de siempre.

Este ecumenismo y todos estos errores, esta colegialidad, son contrarios a la fe de la Iglesia y están a punto de destruirla.

Por eso estamos convencidos que al hacer esta consagración episcopal obedecemos a la llamada de estos Papas y por consiguiente a la llamada de Dios, ya que ellos representan a Nuestro Señor Jesucristo en la Iglesia.

(Monseñor Marcel Lefebvre,
sermón de las consagraciones episcopales,
30 de junio de 1988)


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DECLARACIÓN DE
MONSEÑOR MARCEL LEFEBVRE

Nos adherimos de todo corazón, con toda nuestra alma, a la Roma católica guardiana de la fe católica y de las tradiciones necesarias al mantenimiento de esa fe, a la Roma eterna, maestra de sabiduría y de verdad.

Por el contrario, nos negamos y nos hemos negado siempre a seguir la Roma de tendencia neomodernista y neoprotestante que se manifestó claramente en el Concilio Vaticano II y después del Concilio en todas las reformas que de éste salieron.

Todas esas reformas, en efecto, contribuyeron y contribuyen todavía a la demolición de la Iglesia, a la ruina del Sacerdocio, al aniquilamiento del Sacrificio y de los Sacramentos, a la desaparición de la vida religiosa, a una enseñanza naturalista y teilhardiana en las universidades, los seminarios, la catequesis, enseñanza nacida del liberalismo y del protestantismo, condenada repetidas veces por el magisterio solemne de la Iglesia.

Ninguna autoridad, ni siquiera la más elevada en la Jerarquía, puede constreñirnos a abandonar o a disminuir nuestra fe católica claramente expresada y profesada por el magisterio de la Iglesia desde hace diecinueve siglos.

“Si llegara a suceder, dice san Pablo, que nosotros mismos o un ángel venido del cielo os enseñara otra cosa distinta de lo que yo os he enseñado, que sea anatema” (Gál. 1, 8).

¿No es esto acaso lo que nos repite el Santo Padre hoy? Y si una cierta contradicción se manifestara en sus palabras y en sus actos así como en los actos de los dicasterios, entonces elegimos lo que siempre ha sido enseñado y hacemos oídos sordos a las novedades destructoras de la Iglesia.

No es posible modificar profundamente la “lex orandi” sin modificar la “lex credendi”.

A la misa nueva corresponde catecismo nuevo, sacerdocio nuevo, seminarios nuevos, universidades nuevas, Iglesia carismática, pentecostal, todas cosas opuestas a la ortodoxia y al magisterio de siempre.

Habiendo esta Reforma nacido del liberalismo, del modernismo, está totalmente envenenada; sale de la herejía y desemboca en la herejía, incluso si todos sus actos no son formalmente heréticos.

Es pues imposible a todo católico consciente y fiel adoptar esta Reforma y someterse a ella de cualquier manera que sea.

La única actitud de fidelidad a la Iglesia y a la doctrina católica, para nuestra salvación, es el rechazo categórico de aceptar la Reforma.

Es por ello que, sin ninguna rebelión, ninguna amargura, ningún resentimiento, proseguimos nuestra obra de formación sacerdotal bajo la estrella del magisterio de siempre, persuadidos de que no podemos prestar un servicio más grande a la Santa Iglesia Católica, al Soberano Pontífice y a las generaciones futuras.

Es por ello que nos atenemos firmemente a todo lo que ha sido creído y practicado respecto de la fe, las costumbres, el culto, la enseñanza del catecismo, la formación del sacerdote, la institución de la Iglesia, por la Iglesia de siempre y codificado en los libros editados antes de la influencia modernista del Concilio, esperando que la verdadera luz de la Tradición disipe las tinieblas que oscurecen el cielo de la Roma eterna.

Y haciendo esto, con la gracia de Dios, el auxilio de la Virgen María, de San José, de San Pío X, estamos convencidos de mantenernos fieles a la Iglesia Católica y Romana, a todos los sucesores de Pedro, y de ser los “fideles dispensatores mysteriorum Domini Nostri Jesu Christi in Spiritu Sancto”. Amén.

Ecône, 21 de noviembre de 1974